Artículo de Javi González ‘Viza’ (publicado en la revista Bous al Carrer de abril)
Que la Comunitat Valenciana celebre casi diez mil festejos anuales no es una cifra baladí. Denota que los bous al carrer es una tradición potente, resistente frente a las adversidades. Un dato que cobra mayor importancia si tenemos en cuenta que los medios de comunicación omiten, ocultan y manipulan. Claro ejemplo es À Punt, que alardea de ser la ‘televisió de tots el valencians’; La de todos menos la de los 267 municipios de la Comunitat que celebran festejos. Cifras refulgentes que algunos se resisten a ver.
Los medios y el lobby se han encarnizado en esconder y desdeñar una tradición milenaria, intrínseca de nuestra tierra. Muchos de estos colectivos son afines a partidos y entidades con intereses lucrativos. Es decir, títeres que abusan del derecho a la libertad que garantiza nuestra constitución y que, como apuntó el filósofo Jean-Paul Sartre, muchas veces donde empieza la libertad de unos, acaba la de otros. Aunque también es cierto que el problema muchas veces de es el desconocimiento que se tiene de la fiesta. Como dijo Óscar Wilde “sólo se ama lo que se conoce”. Empero también los hay ignorantes y lerdos a conciencia. Estos, que se pregunten por qué otros espectadores no sienten lo mismo que ellos.
A pesar de todo, la fiesta vive su época de oro, va in crescendo, pues es una fiesta que no entiende de ideologías. Ahí está el secreto de su supervivencia.
Y es que los toros son cultura en sí, por su capacidad de transmitir emociones. Ya lo decía García Lorca -por cierto republicano-, los toros es “la fiesta más culta que hay en el mundo”. Culta y real, porque no es un espectáculo de fantasías, sino que aquí todo sucede de verdad y los actores, en este caso los rodadores y participantes, a veces, mueren.
No hay que obviar tampoco el impacto económico, ni las cientos de ganaderías autóctonas que viven de ello y que, además, contribuyen a evitar la despoblación de las zonas rurales. Precisamente aquí hay que destacar el gran valor ecológico de los toros, que en muchas de las ganaderías pastan en la montaña y previenen incendios y protegen a otras especies animales y vegetales en peligro de extinción.
Por todo esto, no deja de asombrarme cómo existen mandatarios que incumplen el deber constitucional de protección y promoción de la fiesta. Que un alcalde plantee una prohibición implica retroceder en el concepto de libertad y concebir una acción de gobierno como restrictiva e intervencionista. Porque la fiesta taurina es pura e íntegra y ha perdurado siempre de manera legal y libre, porque la libertad no se negocia, sencillamente se ejerce.