Por Joan Chiva (Artículo publicado en la revista Bous al Carrer del mes de mayo)
En el primer artículo que escribí en la revista traté el tema de la ignorancia de los “Falsos Animalistas” e hice hincapié en que los taurinos debíamos de informarnos un mínimo para argumentar y defender nuestra postura acerca de la tauromaquia.
Tener espíritu crítico sin conocimiento es como hacer una tortilla sin huevos y, por lo tanto, voy a exponer de forma clara y breve uno de los argumentos de peso que fundamentan la defensa de la tauromaquia frente aquellos que anhelan su abolición, pero que no ofrecen ninguna alternativa a las consecuencias que ello provocaría.
En primer lugar, hay que hablar de las dehesas, lugar en el que habita el toro de lidia. La dehesa es un ecosistema derivado del bosque Mediterráneo formado por encinas, alcornoques y otras especies, siendo sus terrenos destinados al mantenimiento del ganado, a la actividad cinegética y el aprovechamiento de otros productos forestales. Aproximadamente, la extensión de dehesa utilizada en la península ibérica para criar al toro bravo se extiende en más de quinientas mil hectáreas. Es decir, una superficie similar a la de La Rioja, Cantabria o Baleares.
La ganadería brava hace un aprovechamiento racional de los recursos de la dehesa, mantiene el ecosistema y contribuye al equilibrio del medio en el que vive cohabitando con otras especies. Pero, el verdadero guardián de la dehesa es el toro de lidia, siendo el mejor protector de ésta al convivir en equilibrio y armonía con la flora y fauna autóctonas y siendo un elemento clave en el equilibrio ecológico.
Además, un dato importante es que en las dehesas donde pastan los toros no se producen incendios, ya que el ganado bravo se alimenta de las hierbas y el pasto haciendo desaparecer el combustible natural de cualquier incendio. Por lo tanto, si la tauromaquia fuera abolida, buena parte de las dehesas desaparecerían, ya que el toro de lidia es de vital importancia para la sostenibilidad del ecosistema y la biodiversidad. A no ser que, fueran subvencionadas cuantiosamente para destinarlas a otro tipo de usos tradicionales, cosa bastante improbable.
Por otra parte, los toros de lidia no son criados en granjas intensivas, sino que campan a su anchas en grandes extensiones de las dehesas siendo su hábitat digno de la grandeza del toro. En estos nuevos tiempos modernos se ha normalizado la domesticación de los animales y muchas personas critican la tauromaquia mientras tratan a sus mascotas como personas. Es paradójico ver a un urbanita defendiendo a los animales y su bienestar, mientras su perro vive entre cuatro paredes y cuando sale a la calle siempre lo hace atado. Si sinceramente estuviese a favor del bienestar de los animales defendería la tauromaquia o, como mínimo, reconocería que los toros viven mejor que cualquier animal, pero les es más cómodo vivir en el autoengaño y seguir la corriente de moda, ¿para qué informarse y pararse un momento a razonar? Y es que, probablemente, el toro bravo sea el animal mejor criado en comparación con el resto de los animales utilizados por el hombre. Ya que vive en unas condiciones de semi-libertad en grandísimas extensiones, la alimentación que reciben es natural y, además, se preserva la coexistencia de las crías con sus madres y los machos hasta el momento de su selección.
En último lugar, hay que mencionar que las ganaderías de lidia contribuyen a evitar la despoblación de las zonas rurales, ya que para el mantenimiento de las ganaderías se requiere mano de obra fija y cualificada. Además de generar otros puestos de trabajo, tanto directos como indirectos, en las zonas en las que se ubican generando una actividad económica muy importante.
En definitiva, es una evidencia irrefutable que gracias a la tauromaquia y a la forma en la que se cría al toro se logra obtener una rentabilidad económica protegiendo a su vez la naturaleza y el medio ambiente con el plus de otorgarle al toro unas condiciones de vida dignas de admirar.
Quiero animar al lector, sea aficionado o no, a que visite alguna ganadería en la península ibérica que esté enclavada en alguna dehesa y pueda observar con sus propios ojos la suerte que tiene el toro de vivir en esas condiciones y la pasión y el cariño con que los ganaderos y trabajadores miman a las reses desde su nacimiento hasta su muerte.